En el 2013 fui diagnosticada con síndrome de ovario poliquístico. “El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es una condición que se produce cuando se forman quistes en los ovarios de una mujer. Un desequilibrio de los niveles hormonales en el cuerpo de una mujer hace que se formen los quistes. Los quistes son como globos diminutos llenos de líquido.”
El SOP puede causar cambios en la fertilidad y es una causa común de infertilidad secundaria (y primaria). El doctor nos confirmo que este era mi caso y empece los medicamentos que me recomendaron.
El deseo de tener otro bebé incremento grandemente. Me sentía confundida, enojada, sola, desesperada por “arreglar” mi situación. Una opción que el doctor nos dio es empezar el proceso de Fecundación in Vitro (FIV), pero mi esposo y yo decidimos esperar un poco mas de tiempo antes de usar esta opción.
Nunca me hubiera imaginado que esta seria mi situación, que no podría tener otro bebe. Cada mes esperaba con ansias quedar embarazada, estaba tomando medicamentos y siguiendo las indicaciones de el doctor con el cuidado de mi salud, pero cada mes quedaba decepcionada.
Nuestra hija tenia 3 años y a menudo hablaba sobre tener una hermanita y hasta tiene un nombre para ella. Cada día mi esposo o yo tenemos la costumbre de orar con ella cuando vamos a su escuela y por las noches. Ella usualmente oraba, “Dios, ayúdanos a adoptar una hermanita y dale a mi mamá un bebé en su vientre.” (Para esa época, Dios nos había puesto en nuestro corazón el llamado de adoptar una bebe.)
Cada vez que escuchaba mi niña orar quería explicarle que yo ya no podia tener otro bebe, que el doctor me había dicho que seria difícil, pero cada vez que tenia ese pensamiento algo dentro de mi, El Espíritu de Dios, me decía que no dijera nada, pues no quería decepcionarla. Honestamente la que estaba decepcionada era yo por no poder tener el control que deseaba en mi cuerpo. La realidad es que mi fe tenia limites y mi hija tenia fe ilimitada, a su corta edad ella entendía muchísimo mejor lo que significaba orar sin condiciones y confiar totalmente en Dios.
En abril de el 2014 Dios contesto la oración de mi hija. Dios vio la fe ilimitada que ella tenia y nos concedió un milagro al darme la oportunidad de nuevo de quedar embarazada.
Durante esa época de mi vida aprendi varias lecciones sobre lo importante y necesario que es enseñarle a mis hijos a hablar con (orar a) Dios.
1. Ser un ejemplo: Nuestros hijos observan muy bien todo lo que hacemos. Ellos ven si practicamos lo que les estamos enseñando. Hay que demostrarles que el hablar con Dios es parte de nuestra vida. Aunque en mi época de la infertilidad yo tenia dificultad en orar, sabia que Dios era El único que me podia guiar en mis momentos difíciles y por eso persistía en orar con mi hija. Deseo que ellos vean mi ejemplo de oración, no como un ritual en mi vida, sino como un hábito que he desarrollado en algo que creo y confío debido a mi relación con Dios. No te desanimes si tus hijos no quieren orar, usted continue en ser consistente con algo que sabe que es de beneficio para nosotros y para ellos. Tu ejemplo creará un hábito en la vida de tu familia.
2. Desarrollar un habito: Hábito es la- Costumbre o práctica adquirida por frecuencia de repetición de un acto. Esto va de la mano con la primera lección. Para que mis hijos desarrollen un hábito de oración, necesitan verme y escucharme orar diariamente y con frecuencia, incluso durante las épocas difíciles de la vida. Tener el hábito de hablar con Dios les dice a mis hijos que es algo que valoro. En nuestro hogar tenemos la costumbre de orar con ellos en la mañana antes de llegar a la escuela, cuando comemos y por la noche antes de acostarnos. Nuestros hijos repiten lo que oramos o escuchan, nuestra hija ora usando sus propias palabras y en el último año nuestro hijo de 3 años también expresa a Dios lo que esta en su corazón. Por lo usual son oraciones cortas y con palabras sencillas.
3. Usar palabras sencillas: Dios no espera que nosotros o nuestros hijos usemos palabras elocuentes o que articulemos perfectamente nuestras oraciones. Él desea que simplemente comuniquemos con Él lo que genuinamente esta en nuestros corazones y los niños son geniales en esto. Ellos usualmente comparten sus corazones con honestidad y la verdad. Necesitamos aprovechar esas oportunidades para enseñarles que de esa misma forma pueden orar, abiertamente y sobre cualquier cosa que tengan en mente.
4. Crear oportunidades: Al igual que los adultos, los niños también experimentan todo tipo de emociones y necesidades. Nuestra hija tiene algunos problemas de salud y por eso a menudo me pregunta dónde está Dios durante sus necesidades. A veces no tengo las respuestas que quiere, pero puedo orar con ella. Así que me detengo y oro justo en ese momento por lo que haya en su corazón. O cuando uno de mis hijos se despierta de una pesadilla, aunque tengo sueño y estoy cansada, me detengo y hago una oración corta para que tengan dulces sueños y descansen. También cuando estoy en el tráfico, molesta con los demás o con mis hijos, me detengo y oro en voz alta. He aprendido que mis hijos necesitan escucharme orar y que tengo que crear oportunidades para demostrarles lo importante que es hablar con Dios durante todas las épocas de la vida.
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” Deuteronomio 6:6-7
5. Recuérdeles que Dios escucha y responde: Nuestra hija fue la primera en saber que íbamos a tener otro bebé. Le recordamos sus oraciones y que Dios escuchó su petición. Cuando nuestro hijo fue hospitalizado for varias semanas y nuestra hija oraba cada noche por el y por mi, El escucho sus oraciones. Cuando Dios no responde tan rápido como nos gustaría o con la respuesta que nos gustaría, aún les recordamos a nuestros hijos que Dios escucha.
6. Anímelos a usar una postura que les resulte cómoda: La sinceridad de sus corazones es mas importante que si están arrodillados, sentados, parados o con los ojos cerrados. Pueden orar en voz alta o callados, oraciones largas o cortas. Lo que ellos necesitan es que les apoyemos y animemos a hablar con Dios. A veces mis hijos están acostados, a veces sus oraciones son largas porque tienen que orar por cada miembro de la familia y a veces no quieren orar. No siempre soy paciente con ellos, pero debo serlo para que sepan que tienen la libertad de presentarse ante Dios tal como son.
7. Darles una voz: Si la oración es un valor para mí, entonces transmitiré eso en mi vida y mis hijos serán testigos de esto. Dios me da la libertad de compartir mi corazón y mis sentimientos, por lo tanto, tengo la responsabilidad de proporcionar un espacio seguro para que ellos usen libremente su voz para hablar con Dios. Enseñemos a nuestros hijos que pueden depender de nosotros para ayudarlos a usar su voz para hablar con su Creador.
Estas son lecciones que he aprendido y sigo aprendiendo sobre la oración, con mis hijos. No es fácil implementar estas lecciones en mi vida y en la de ellos. Le animo a que le anime a sus hijos, hijas o los niños en su vida a que hablen con Dios. Cuando lo hacen, milagros suceden.
Mantente atento a la siguiente palabra…